sábado, 26 de marzo de 2011

Los piperos como cuestión de Estado

En el marco del debate sobre el precio de las entradas, hay un punto que sí merece mi atención y espero que la de los directivos del Real Madrid. Se trata de la enfermedad de los piperos.

Responden a esta categoría sociológica los socios euro-abonados del Real Madrid que habitualmente no pertenecen a ninguna peña, pero que acuden a su cita con el Bernabéu pertrechados de las pipas y dispuestos a ver el partido, pero no vivirlo.

Como decía José Mourinho en una de sus declaraciones más acertadas que he oído a un entrenador: “El Bernabéu puede ir a ver el partido o puede ir a jugar el partido” (en referencia al partido de vuelta en octavos contra Olimpique de Lyon Temporada 2010-2011).

En el Bernabéu nos hemos acostumbrado a ver el partido, no a vivirlo, no a jugarlo. Que conste que no quiero decir con esto que haya que estar berreando desde el minuto 1 hasta el 90, como en otros campos. Que conste que defiendo al estadio Santiago Bernabéu como el estadio con mayor sapiencia futbolística, con mejor gusto y con mayor criterio. Que conste que no me siento insultado cuando dicen que el Bernabéu es “un teatro” (Ramón Calderón dixit) porque todo el mundo está en silencio. Que conste que creo que la responsabilidad de animar recae en el propio equipo que nos anima a animarle.

Lo que creo es que la costumbre adquirida ha creado un mal hábito en los socios abonados. Vemos el partido con un sentimiento de ajenidad, desprendimiento y frialdad que no se corresponde ni con un aficionado que ve el partido en su casa por el televisor.

Nos hemos acostumbrado al lujo. Esto es lo que hay que revertir.
¿Qué soluciones podemos poner? El blog está abierto a sugerencias. Aquí están las mías:

1)       Debe costar un esfuerzo ir al Bernabéu.
2)       Debemos valorar lo que es el Bernabéu y saber apreciarlo por comparación. Hay socios abonados jóvenes que no han visto otro campo de fútbol, ya no de primera, sino incluso de divisiones inferiores. Hay que refrescar la memoria de la comida diaria frente a la comida excepcional. Los que vamos al Bernabéu somos unos privilegiados, si sólo comemos lo excepcional, nuestro paladar pierde matices.

Lo que implica:

1)       Eliminar el euro-abono. El público que vaya a Europa debe hacer el esfuerzo de ir a por la entrada. Esto aumentará el valor que damos a los partidos europeos. Si no podemos salvar la liga, al menos salvemos Europa (y de paso la Copa).
2)       Aumentar el espacio destinado a sillas plegables. No sólo tiene que corresponderle al fondo Sur. El gallinero y probablemente otras zonas del Bernabéu podrían ser reformadas con esta adaptación. Recordemos que don Santiago, al construir Chamartín, pidió un estadio con pocas sillas, porque “los aficionados de a pie gritan más”.
3)       Reducir el espacio de abonados. Este es un tema pendiente de mayor reflexión por mi parte, ya que carezco de datos para afirmar con rotundidad la idoneidad de la medida. El abono es una herramienta muy cómoda para el club, puesto que le permite cobrar por adelantado el importe de las entradas. Habría que medir hasta qué punto el flujo de caja adelantado que aporta puede sacrificarse. En cualquier caso, al aumentar las entradas flotantes, se puede cobrar más por ellas y además se ponen a disposición de personas sin abono (que no están acostumbradas a ir al Bernabéu, que no están acostumbradas al manjar). El resultado es más ingresos, más apoyo del público, menos piperos.
4)       Ser socio del Real es un privilegio, y un privilegio es un gran poder que implica una gran responsabilidad. Aquel que no vaya al campo y no venda la entrada, debe ser amonestado, hasta el punto de que pueda perder el abono.


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