Nunca he sido
mourinhista. No creo que el estilo de este extraordinario entrenador coincida
con el espíritu del Real Madrid. Y sin embargo, este blog lo prueba, he
defendido a este entrenador. Porque su legado no está en las victorias y los
trofeos, sino en el estratégico cambio de tendencia que puede llegar a
producir: desde hace un par de décadas, nuestro Club y su entorno se ha
especializado en el troceado y picado de entrenadores. Cuando los resultados
acompañaban, teníamos la suerte de contar con un entrenador que cumpliese dos
años en el Club. Y sistemáticamente hemos podido comprobar con relación causal
que la continuidad de un entrenador está directamente ligada a los éxitos
deportivos.
Los beneficios de contar
con un entrenador sólido van más allá de la estabilidad y la serenidad.
Son un equilibrio de poder, es poner lo estratégico por encima de lo táctico.
Los jugadores saben que no pueden confrontarle.
Hoy por hoy, ante los
fracasos, los jugadores nunca asumen su responsabilidad, porque saben que el
eslabón más débil, el entrenador, cargará con toda la culpa (el despido).
Controlan al Club de facto. En la mayor parte de los casos son personas
caprichosas, nuevos ricos, jóvenes menores de 30 años, no atienden a lo mejor
para el equipo o para el Club, por mucho que sean “profesionales del deporte”.
Hace unos días nos
enfrentamos al Manchester United, que cuenta con un longevo entrenador, longevo
no tanto por edad sino por duración en su cargo. Se enfrentaron dos clubes que
están en las antípodas de la estrategia deportiva, por tanto. No propongo que
seamos como el Manchester United, pero desde luego tampoco podemos ser como el
actual Real Madrid. Hay un camino intermedio y el reinado de Mourinho puede
ayudarnos a encontrar esa vía. El entrenador debe ser el santo y seña de la
estrategia deportiva del equipo, dándole cuerpo, haciéndola realidad, y debe
estar plenamente ligado a una Presidencia.
La Causa continúa.
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