Florentino Pérez
conquistó la última llave que le quedaba para su completa libertad cuando en
mayo ganamos la Copa de Europa. Esa llave era el control total de los
aficionados. Ya habíamos comentado antes en este blog que era el balón el que
decidiría todas las cosas. Y el balón entró, dándole la Copa de Europa al Real
Madrid, y a Florentino Pérez su ansiada libertad. Lo tenía todo: el control del
club, el control de la Asamblea, el control de los aficionados.
Y de pronto, en
dos meses de locura, se complicó la vida. Primero con estrambóticos fichajes,
luego con aparatosas salidas, con un equipo descompensado, con el
reconocimiento de que él ejerce de director deportivo, con un grupo, Ultra Sur,
acosado y en rebeldía institucional, con una sensación general de que el equipo
campeón de Europa es ahora más débil que antes…
Y llega la
Asamblea, una asamblea que iba a ser una balsa de aceite para esa dictadura con
guante de seda que enarbola la bandera del señorío y la justicia. Las cuentas
siguen sembrando dudas, aunque siguen de record.
Estas nubes
oscuras las pasará sin sudar mucho, pero me ha sorprendido mucho la soberbia
con la que nuestro Presidente se ha expresado últimamente. Una constancia que
muchos sospechábamos. Verdaderamente había dado en el clavo: un gran grupo de
individuales, hambriento, unido frente a la adversidad, competitivo y con
carácter, que había decidido triunfar como un equipo y no perder como
individuos (qué gran cita, gracias a la película “Un Domingo Cualquiera”). Pero
el éxito se le subió a la cabeza y se lo ha decidido atribuir. Y ya tenemos el
lío. Bienvenidos al año 2003…
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