La Copa de Europa
lo da todo. Y a los aficionados, la soberbia incontenida. Ayer un equipo
inferior nos ganó la Supercopa de Europa, y lo hizo nada menos que a doble
partido. Muchos no podían creerlo. ¿Cómo es posible que sigamos embelesados por
los artificios de la mercadotecnia? El fútbol ya nos ha enseñado que depende de
una pelota, y no presentaciones galácticas.
Al Atlético le
tenemos que estar agradecidos. Nos ha bajado de las nubes de un bofetón. Se
acabaron las tonterías, se acabaron los triunfalismos. Tendrán un mal ganar,
serán un equipo defensivo y hortera, pero han ganado. Y aquí es lo único que
importa. Ganar.
Se acabó la
prepotencia de lucir jugadores galácticos. Aquí cada partido hay que
currárselo. Cada comentario orgulloso de los madridistas era veneno en los
oídos de los jugadores, del entrenador y cuerpo técnico, y del Club. Qué pocos
hemos ido advirtiendo que todavía no hemos ganado nada. Sí, nada. O si me
permiten, sólo hemos ganado la Supercopa de Europa, que es como si nada.
No he oído a una
sola persona en el Club dar la voz de alarma, pidiendo controlar la euforia,
recordando las bases de todo triunfo auténtico: el esfuerzo. Nadie ha salido
para recordarnos a todos que con el plantel no se gana nada, se gana con el
juego.
La Décima nos ha dado todo, pero este año nos lo puede quitar todo. Depende
de nosotros.
La Causa
continúa.
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