sábado, 23 de agosto de 2014

La hoguera de las vanidades

La Copa de Europa lo da todo. Y a los aficionados, la soberbia incontenida. Ayer un equipo inferior nos ganó la Supercopa de Europa, y lo hizo nada menos que a doble partido. Muchos no podían creerlo. ¿Cómo es posible que sigamos embelesados por los artificios de la mercadotecnia? El fútbol ya nos ha enseñado que depende de una pelota, y no presentaciones galácticas.

Al Atlético le tenemos que estar agradecidos. Nos ha bajado de las nubes de un bofetón. Se acabaron las tonterías, se acabaron los triunfalismos. Tendrán un mal ganar, serán un equipo defensivo y hortera, pero han ganado. Y aquí es lo único que importa. Ganar.

Se acabó la prepotencia de lucir jugadores galácticos. Aquí cada partido hay que currárselo. Cada comentario orgulloso de los madridistas era veneno en los oídos de los jugadores, del entrenador y cuerpo técnico, y del Club. Qué pocos hemos ido advirtiendo que todavía no hemos ganado nada. Sí, nada. O si me permiten, sólo hemos ganado la Supercopa de Europa, que es como si nada.

No he oído a una sola persona en el Club dar la voz de alarma, pidiendo controlar la euforia, recordando las bases de todo triunfo auténtico: el esfuerzo. Nadie ha salido para recordarnos a todos que con el plantel no se gana nada, se gana con el juego.

La Décima nos ha dado todo, pero este año nos lo puede quitar todo. Depende de nosotros.


La Causa continúa.

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